San Cayetano, símbolo de fe y tradición en el alma minera de Guanajuato.

La comunidad de Tajo de Adjuntas se prepara para celebrar el 10 de agosto a su santo patrono, San Cayetano, con una fiesta cargada de historia, devoción y un llamado urgente para reparar su templo, símbolo de fe y memoria minera

Guanajuato, Gto. – En lo alto de la sierra guanajuatense, donde el viento aún lleva consigo el polvo de las minas y las historias de los antiguos tajos, una pequeña comunidad se alista para honrar a su santo patrono. San Cayetano, enclavado en el corazón de una tierra marcada por la minería y la fe, se prepara para su fiesta grande: el 10 de agosto.
No hay espectaculares, ni luces estridentes, ni campañas turísticas. Lo que hay es algo más fuerte: una devoción sencilla, persistente, que ha sobrevivido al paso del tiempo y a la partida de tantos.

Un altar entre vetas

La historia del pueblo se confunde con la historia de su santo. San Cayetano llegó con los mineros, en los años en que la plata era promesa y trabajo. Los hombres que bajaban cada día al tajo, entre oscuridad y riesgo, no lo hacían solos: llevaban consigo al patrono del pan y del trabajo. El primer altar fue improvisado en el interior mismo de la mina, como si la fe también necesitara excavarse.

Ahí se lo pusieron, en la pura mina, porque sabían que él los cuidabaVictoria Vallejo.
Con el paso de los años, las vetas se agotaron y muchos partieron. Pero algunos se quedaron. Y con ellos, la imagen del santo, que fue sacada a la superficie para recibir un nuevo altar, ahora bajo el cielo. Así nació el templo, hoy el centro espiritual de la comunidad, aunque sus muros ya acusan el desgaste del tiempo, como los rostros de quienes lo cuidan.
Tajo de Adjuntas, donde se cruzan los ríos

La comunidad, también conocida como Tajo de Adjuntas, lleva su nombre del punto donde dos ríos se encuentran. Es un paraje de belleza rural, de montañas verdes. Aquí, la modernidad no ha borrado el alma minera.

Frente al templo descansan los vestigios de una vieja hacienda minera. Sus piedras, cubiertas de musgo y memoria, son testigo de días en que el sonido de los martillos y el ajetreo de los trabajadores marcaban el ritmo de la vida. Hoy, el silencio reina… salvo cuando se acerca la fiesta, dijo Carmen Salcedo, habitante de la comunidad.
Preparativos y llamado

Cada año, los vecinos se organizan. No hay grandes presupuestos, pero hay voluntad. Y este año hay también una urgenciael templo necesita reparaciones. Por eso, junto con la invitación a la fiesta, hacen un llamado a la solidaridad. Quieren mantener el templo en pie, no como un simple monumento, sino como símbolo de fe y de unidad.

Lo único que pedimos es respeto. No queremos basura ni alcohol. Que vengan, sí, pero que vengan con corazónorganizadoras.

Además, advierten sobre las condiciones del camino. El río puede crecer si llueve: “No crucen si se ve fuerte. Pregunten, aquí estamos para ayudar. Pero hay que cuidarse”, dicen con la sabiduría de quienes conocen bien sus cerros.
Más que una fiesta

La celebración del 10 de agosto no es solo una cita religiosa. Es también un reencuentro con las raíces, con los hijos que vuelven, con los sabores de la comida típica, con la música de las bandas locales, con la memoria de los abuelos que un día también celebraron en este mismo sitio. Es una forma de decir: “seguimos aquí”.
San Cayetano no es solo el nombre de un templo, ni de un santo. Es la forma en que este pueblo recuerda de dónde viene, lo que ha perdido y lo que aún tiene. Su fiesta es pequeña, sí, pero profunda.

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